— Déjala a ella que sea pájaro — había
dicho su padre, y desde entonces, frente a la ventana, Lira practicó hasta dar
con las notas precisas. Pero reinar sobre los trinos no le alcanzaba; allí, en
el verde, estaban los otros, los únicos sonidos que darían a su voz matices
incomparables. Sin demora, con la primera luz, abrió la puerta como quien abre
una jaula. El bosque la llamaba, llenaba su garganta de colores. De su madre no
quiso despedirse.
Mariángeles Abelli Bonardi
Armadura de valor, pág. 70
Foto tomada de Twitter
Qué bonito, Mariángeles. Es un relato mágico.
ResponderBorrarBesicos.
Tan mágico como ser pájaro, ¿cierto, PATRICIA?
BorrarMás besicos para vos,
Mariángeles
Tu protagonista necesitaba salir de la jaula, todos tenemos las nuestras, pero tu relato da mucho vuelo a quien lo lee.
ResponderBorrarAbrazos, Mariángeles
Y al darle ese vuelo al que escribe y al que lee, los vuelve pájaro con ella.
BorrarTe agradezco, ÁNGEL querido, tu profundo y certero comentario.
Más abrazos para vos,
Mariángeles
es un hermoso cuento! la libertad no tiene fronteras a menos que nos las impongan
ResponderBorrarA nuestra libertad, nadie puede imponerle fronteras, excepto nosotros mismos. Las otras, a mi modo de ver, no serían fronteras (no válidas, ciertamente...).
BorrarQué gusto, THELMA, que el cuento te parezca hermoso; yo le tengo mucho cariño.
Un beso grande,
Mariángeles