¿Cómo fue despertar y descubrirme convertida en escultura? Primero, supuse estar dormidísima para ver, de pasada hacia el baño, la foto de Lola Flores. Luego, el ademán inútil… ¡Ni rastros de mi tanguita de encaje!
La sospecha creció ante la imposibilidad de sentarme, y pasó a ser certeza al comprobar— para mi espanto — que no había inodoro…
No es que me urgiera un cambio de sexo, pero… ¡Por favor!... ¡Menuda forma de saber lo que es mear de parado!
Pero nada está escrito en piedra. Excepto, quizás, lo que en rígido latín se lee bajo mis pies:
“El Señor me levantó sobre una roca, y ahora elevo mi cabeza sobre mis enemigos.”
Enemigos que llenan su boca con Lambic, esa exquisita cerveza bruselense que, las noches de fiesta, soy dado a orinar.
©Mariángeles Abelli Bonardi
18Sept2018