Era de su mismo color. Se fundía con él a tal punto que podía decirse que
había desaparecido. Se movió apenas; nadie reparó en su presencia. Mientras
pensaba, orgullosa, que se había vuelto invisible, una mano— una mano del mismo
color del vientre sobre el cual había caído— la tomó del tallo y la puso en el
tope, en el tope de esa pila, con las otras hojas del montón.
©Mariángeles
Abelli Bonardi
17 de abril de 2015
17 de abril de 2015
Con este microrrelato de mi autoría participé en el Concurso Mensual de Microficciones "Calendario Microcuentista 2016". La imagen correspondiente al mes de abril es de Christian Pereira Rogel.
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