Con cuidado, para que no se les caigan
los alfileres, les pruebo los vestidos. La bailarina, la secretaria y la
esquiadora están listas, sólo falta la princesa. La princesa es dócil; no emite
una queja mientras le pruebo la enagua, ajusto el corsé y enderezo la tiara. La
pongo en su sitio y me aparto: ni que las hadas la hubieran vestido. Cuando el
vapor de su aliento ya no empañe la caja, mi felicidad será completa.
Mariángeles Abelli Bonardi
Armadura de valor, pág.122
Foto tomada de Facebook