Lo conocí en el muelle, mientras
jugaba con el último regalo de papá. No le importaron mis ojos tristes ni mi
pelo largo, llovido en la cara. Desde entonces, todas las tardes, allí lo
espero.
Allí lo espero, todas las tardes desde entonces. No le importan
mi pelo musgoso ni mis ojos huecos. Somos él, yo, y un barquito. Ya no me
siento solo.
©Mariángeles
Abelli Bonardi
8 de noviembre de 2015
Imagen tomada de Facebook
8 de noviembre de 2015
Imagen tomada de Facebook
Cuánta dulzura.
ResponderBorrar¡Muchas gracias, LUZ! (¡Y qué bueno leerte por aquí!)
BorrarTe mando un beso grande,
MAB
Una amistad que no se hace preguntas, simplemente ocurre, es un milagro y lo aceptan. Me gusta el detalle del pelo, uno llovido y otro musgoso.
ResponderBorrarUn abrazo, Mariángeles
Definitivamente, una amistad que es como todas deberían ser. (Y en cuanto al pelo, a mí también me gusta el detalle ;) )
BorrarOtro abrazo para vos.
Cariños,
MAB
Hermoso, una forma de compartir amistad y sentimientos.
ResponderBorrarSaludos amiga
¡Gracias, MARINA! También es una forma de achicar soledades. Cuando amistad y sentimientos se comparten, lo monstruoso no tiene lugar.
BorrarMe ha encantado volver a leerte por aquí.
Te mando un beso grande,
Mariángeles