Entró a la pieza y abrió las ventanas para que la luz retozara por las paredes. Abrió las puertas empotradas en el muro y sacó todo lo que estaba colgado. Apiló la ropa que ya no era de nadie y la puso en una caja. Antes de cerrarla, llamó a la parroquia y regresó a vaciar los cajones. No pudo desprenderse del rosario.
Microrrelato antologado en ESCRITURA FURTIVA (Ruedamares, 2005)
Foto tomada de la web
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