Nadie, en toda la granja, las cosechaba así: sin machucarlas, sin aplastarlas, sin hacerles perder el color que vibraba en la cesta.
Su legendaria delicadeza le había ganado el apodo que tanto la enorgullecía. Trabajaba cantando: "Para que mis niñas lleguen con toda su dulzura al frasco" explicaba, secándose el sudor con un pañuelo que yo juraba que olía a frutilla.
Fue muy raro que ese martes no viniera a visitarnos - mermelada en mano, como siempre hacía. Pensamos que estaba enferma; que había ido al pueblo a vender los dulces. Encontramos su pañuelo, rojo como nunca. Estaba en el suelo, a su lado, y olía a sangre.
©Mariángeles Abelli Bonardi
Septiembre 2016
Con este microrrelato participo en "Esta noche te cuento", certamen de relato corto para mesilla de noche. Mi trabajo y la foto que lo acompaña responden al tema "15 de octubre, Día Internacional de la Mujer Rural".
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¡Que lo disfruten!
Me encantó!!!!
ResponderBorrar¡Qué bueno, Thelma! Me complace que el mini sea de tu agrado.
BorrarUn beso grande,
Mariángeles