Entró al supermercado, atraída por el brillo fluorescente de lo que ella
creía era el sol. Revoloteó insegura entre las góndolas; la seguí. Finalmente
se posó en un rollo de cocina y quedó quieta, tratando de libar de la equívoca
flor pintada en el envase. Me acerqué despacio, la atrapé con suavidad, y con
ella en el cofre de mis manos, salí: su sedoso aleteo era casi del color
de la luna.
©Mariángeles Abelli Bonardi
Villa Los Aromos, 12 de enero de
2014
Ojalá yo también tuviera un ángel que me recondujera cuando me dejo engañar por falsos brillos.
ResponderBorrarUna belleza, Mariángeles.
Hola, PATRICIA, no sabés el gusto que me dan tus palabras, porque sintetizan perfectamente la esencia de la historia. Jugando un poco con la famosa frase que ponen al inicio de las pelis y las novelas, podría decirse que cualquier semejanza con la realidad NO es mera coincidencia porque el micro es la ficcionalización creativa de eso tan lindo que me ocurrió.
ResponderBorrarCariños,
Mariángeles
Villa Los Alomos, ¿Es tu rincón de retiro vacacional? debe ser un lugar fabuloso porque te ha inspirado una auténtica preciosidad de historia. Admiro tu escritura.
ResponderBorrarDisfruta si todavía estás de vacaciones.
Beso!
Bea
Hola, BEA. Podría decirse que Villa Los Aromos fue mi retiro vacacional de este año, porque es la primera vez que lo visito. Es un lugar muy lindo de la provincia de Córdoba que me regaló el poder escribir esta pieza que tanto te ha gustado. Ya estoy de vuelta en casa, pero por suerte todavía me quedan unos cuantos días de vacaciones (¡Que rápido que se pasan!). Gracias por las palabras que me regalás.
ResponderBorrarCariños,
Mariángeles
Visitar un espacio tan corriente y cotidiano como un supermercado, y encontrar algo que se nos antoja sobrenatural y fuente de belleza, sólo le puede suceder a alguien dotado de sensibilidad y en un momento de inspiración. Como siempre, es un placer leerte, Mariángeles.
ResponderBorrarMuchas gracias, ÁNGEL, por tan gratas palabras. Más que sobrenatural, fue totalmente surrealista el ver entrar a la mariposa por las puertas abiertas del supermercado. Estaba atardeciendo y hacía muchísimo calor; y lo más probable era que la pobre se muriera ahí dentro, intentando encontrar la salida, así que hice ni más ni menos lo que se relata en el mini.
BorrarCuenta Eduardo Galeano que suele andar con libretitas del tamaño su palma, donde anota las cosas que escucha, que le dicen, que roba por ahí; dice que la realidad te regala tantas cosas que no hay libretita que alcance. Por fortuna, en esta ocasión, a mí me alcanzó con un papelito ;).
Cariños, M.
Siempre que paso por tu blog encuentro maravillas como esta. ¡Es genial!
ResponderBorrarOjalá sigas escribiendo con esa profundidad y belleza 'casi del color de la luna'.
Saludos desde México.
Gracias por pasar a comentar, VICENTE. Me hago eco de tus lindos deseos.
BorrarCariños, Mariángeles
Una escena mágica en un escenario cotidiano y aburrido como solo puede ser un supermercado. buen contraste.
ResponderBorrarHola, FERNANDO, gracias por pasar a comentar. Me complace que el contraste te parezca bueno y la escena mágica.
ResponderBorrarCariños,
Mariángeles