Ese color era real. La envidia de las quinceañeras. Con su manto, capa, cola, y toda su alcurnia, se pavoneó ante la deslucida, opaca hembra. Ella sí sería banquete para el marajá… Siguió haciendo alarde por su reino — el verdísimo jardín — y completó el efecto levantando vuelo. La hembra lo miró alejarse y continuó paseando su entera opacidad... Pisoteando, en el trayecto, la pluma recién caída.
©Mariángeles Abelli Bonardi
Junio 2018
Foto tomada del muro de Dina Grijalva
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