Gladiola (Foto: Mariángeles Abelli Bonardi) |
Cuando no hay nadie, despliego mis alas y
dejo los tules al capricho de la brisa. Vuelo con los gorriones, bendigo el
jardín, fijo la resolana en la pared. Y entonces las veo venir, y me doy cuenta
de lo rápido que ha pasado la mañana.
Antes de que lo noten, vuelvo a mi cantero, a pararme inmóvil en la punta del tallo.
Se sacuden la playa de los pies y preparan el almuerzo. Posada en la sombra, las miro hacer. La más joven pone la mesa, y al llegar a la ventana se detiene. Desaparece por un momento y reaparece con la cámara en mano. Sonrío contenta. La brisa me agita y ensayo un saludo. No hay dudas, ella me ha visto. Ha visto más que una flor.
Antes de que lo noten, vuelvo a mi cantero, a pararme inmóvil en la punta del tallo.
Se sacuden la playa de los pies y preparan el almuerzo. Posada en la sombra, las miro hacer. La más joven pone la mesa, y al llegar a la ventana se detiene. Desaparece por un momento y reaparece con la cámara en mano. Sonrío contenta. La brisa me agita y ensayo un saludo. No hay dudas, ella me ha visto. Ha visto más que una flor.
©Mariángeles
Abelli Bonardi
Playas
Doradas, 11 de enero de 2015
Me gusta mucho el punto de vista de esa flor, tan particular, sensible y llena de vida.
ResponderBorrarAbrazos
A mí también, ÁNGEL, tal es así que las dos quedamos contentas: yo le saqué la foto y ella me regaló la historia.
BorrarOtro abrazo para vos, M.